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NOVENA
a la Virgen Desatanudos

Día 8

Evangelio​​

 

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». 

Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre».

Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

(Jn 19, 26-27)

Padrenuestro, 10 Avemaría, Gloria

Oración a María

Desatadora de nudos

Santa María, llena de la presencia de Dios: 

durante los días de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre,

y el maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones.

Ya junto a tu Hijo, intercediste por nuestras dificultades

y, con toda sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo desenredar la madeja de nuestras vidas.

Y al quedarte para siempre como Madre Nuestra,

pones en orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor. 

Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra,

tú que con corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida,

te pedimos que nos libres de las ataduras y confusiones con que nos hostiga el que es nuestro enemigo.

Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo,

líbranos de todo mal, Señora Nuestra,

y desata los nudos que impiden que nos unamos a Dios,

para que, libres de toda confusión y error,

lo hallemos en todas las cosas,

tengamos en Él puestos nuestros corazones

y podamos servirle en nuestros hermanos.
Amén.​

Consagración a María


Señora y Madre mía, Virgen Santa María, la que desata los nudos:

a tus pies me encuentro para consagrarme a ti.

Con filial afecto te ofrezco en este día cuanto soy y cuanto tengo:

mis ojos, para mirarte;

mis oídos, para escucharte;

mi voz, para cantar tus alabanzas;

mi vida, para servirte;

mi corazón, para amarte.

Acepta, Madre mía, el ofrecimiento que te hago

y colócame junto a tu Corazón Inmaculado.

Madre de misericordia,

la que desata los nudos que aprisionan nuestro pobre corazón,

guárdame y protégeme como posesión tuya.

No permitas que me deje seducir por el maligno,

ni que mi corazón quede enredado en sus engaños.

Enséñame a aceptar los límites de mi condición humana,

sin olvidar que puedo superarme con la ayuda de la gracia,

y a agradecer siempre a Dios por mi existencia.

Ilumíname para que no deseche al Creador por las criaturas,

ni me aparte del camino que Él pensó para mí.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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